Publicada
Nº 14 de Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/
Revista de Filosofía Contemporánea, con secciones dedicadas a la Antropología, Estética, Epistemología, Ética, Psicología y Literatura
EDITORIAL por Dr. Adolfo Vásquez Rocca - Director
- La extrañeza propia del pensamiento contemporáneo, y de su devenir
con sus cruces, hibridaciones, recuperaciones, olvidos y nostalgias,
escuelas y “armadas” en frentes diversos, arriesga convertirse en
un vano gusto por la novedad, en una “comezón de oír” se interna
en las diversas interpretaciones de nuestros autores
emblemáticos, nuestros genios modernos, de Nietzsche a Heidegger, de
Freud a Foucault, de Sloterdijk a Bauman; de Jean-Luc Nancy a Virno,
Agamben o Esposito, eso que se ha dado en llamar la 'armada italiana' y
que –sin duda– lidera las discusiones de este novísimo y vigoroso
género filosófico (interdisciplinario) que conocemos como Biopolítica.
Asimismo los Estudios estéticos, que hoy más bien debiéramos calificar
como Estudios culturales o de Nuevos Medios, lo que
precisamente Peter Sloterdijk lleva a cabo como Rector de la
Escuela de Diseño de Karlsruhe.
En estos casi 10 años de publicación ininterrumpida, situación
curiosamente inusual en las revistas académicas sobre Filosofía
contemporánea. Revista Observaciones Filosóficas
ha sido un testigo privilegiado de las trasformaciones, derivas,
posicionamiento y capitulaciones de los diversos géneros filosóficos;
de problemas, dilemas y controversias que siguen trayectorias a las que
hay que estar atentos y que aquí damos un espacio privilegiado,
propiciando lo exploratorio e investigativo, intentando construir nexos
de sentido, y abordar los tópicos más relevantes del malestar que
atraviesa nuestra cultura –asomándose en los entresijos de la
filosofía contemporánea, para develar sus procesos embrionarios y
comprender los problemas que hacen a la filosofía desde su mismo origen
y gestación. Este aspecto embrionario y genético es lo más propio
de la tarea filosófica, invitar a sus interlocutores a salir del
estrecho ámbito de sus ocupaciones individuales para instalarse en el
ágora pública, para participar de los relatos fundacionales, para
asistir a la génesis, giros y fracturas de los saberes contemporáneos,
en los que el pensamiento se busca a sí mismo en un intento de
configurar una “imago mundi”, esta antiquísima expresión usada por los
alquimistas– una representación del mundo que, apartándose de toda
cartografía, expresa su significado mitográfico: es decir, una
interpretación del mundo mediante imágenes o elementos que lo
representan de una forma cifrada, hermética y polisémica.
El individuo es el testigo de la pérdida de la comunidad. El
individuo es alguien al que se lo define como alguien que sólo
tiene relaciones de exterioridad con el otro. Podemos advertir de
inmediato lo que la soledad del individuo puede tener de terrible, de
desastroso, de inhumano. Aun cuando, paradojalmente, nos encontremos en
plena euforia del individuo.
“El otro” tipificado como extraño por desconocido es un portador innato de incertidumbre, de potencial peligro, siendo, tal vez, su mayor amenaza, el atentar contra la clasificación misma que sostiene el orden del espacio social en el que se inscribe mi mundo. Justamente, los extraños irritan, desagradan, desconciertan porque tienden con su sola presencia a ensombrecer y eclipsar la nitidez de las líneas fronterizas clasificatorias que ordenan el mundo en el que vivimos, y de éste modo, cuestionar de manera radical la presunta comprensión recíproca que el “yo” tiene con el “otro”. El extraño, como cuestionador implacable del orden al que ingresa desde tierras ignotas, ha sido a menudo tipificado con el estigma de ser portador de suciedad, puesto que la suciedad es el caos contaminante que el orden existente pretende expulsar, o bien, contagiado de ambivalencia, puesto que ésta los hace irregulares e impredecibles en sus reacciones.
“El otro” tipificado como extraño por desconocido es un portador innato de incertidumbre, de potencial peligro, siendo, tal vez, su mayor amenaza, el atentar contra la clasificación misma que sostiene el orden del espacio social en el que se inscribe mi mundo. Justamente, los extraños irritan, desagradan, desconciertan porque tienden con su sola presencia a ensombrecer y eclipsar la nitidez de las líneas fronterizas clasificatorias que ordenan el mundo en el que vivimos, y de éste modo, cuestionar de manera radical la presunta comprensión recíproca que el “yo” tiene con el “otro”. El extraño, como cuestionador implacable del orden al que ingresa desde tierras ignotas, ha sido a menudo tipificado con el estigma de ser portador de suciedad, puesto que la suciedad es el caos contaminante que el orden existente pretende expulsar, o bien, contagiado de ambivalencia, puesto que ésta los hace irregulares e impredecibles en sus reacciones.
El principio de incertidumbre, las ciencias de la complejidad, las
teorías del caos, lo hiper-textual, las lógicas paraconsistentes,
polivalentes o simplemente de la vaguedad, nos enfrentan al reto de lo
incierto, de la zozobra y la perplejidad; todo en nuestro
balbuceante intento de saldar cuentas con nuestra sensibilidad de
época, que excede -con mucho- los límites de la razón
cartesiana.
Cada época no sólo propicia, sino que también exige el
planteamiento de unos determinados temas y unas determinadas
preocupaciones. No sólo preocupaciones, sino también obsesiones, como
la sospecha de la caducidad de nuestros certezas. Lo
importante no son los hechos sino sus interpretaciones. La certeza de
un hecho no es más una verdad relativamente interpretada y por lo
mismo, incierta. La posmodernidad, por más polifacética que parezca, no
significa una ética de carencia de valores en el sentido moral, pues
precisamente su mayor influencia se manifiesta en el actual relativismo
cultural. La moral posmoderna es una moral que cuestiona el cinismo
religioso predominante en la cultura occidental y hace hincapié en una
ética basada en la intencionalidad de los actos y la comprensión inter
y transcultural de corte secular de los mismos. En este sentido la
posmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia, a la
diversidad. Es el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las
cosmovisiones filosóficas bien perfiladas, de las creencias verdaderas,
al pensamiento débil, a una modalidad de nihilismo débil, a un pasar
despreocupado y, por consiguiente, alejado de la acritud existencial.
Vivimos un tiempo sin certezas.
Los Artículos y textos que aquí se presentan intentan dar cuenta de
los latidos de un mundo cuyo pulso es difícil de tomar; y el ritmo en
el diagnóstico del pulso merece ser estudiado porque la historia
de su análisis es larga y profusa. He aquí pues un tratado sobre el
pulso.
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